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REVISTA INNOVA ITFIP, 9 (1). 67-81. DIC. 2021
Con
fundamento

en

lo

anterior,

se

supone

que

el

liderazgo

transformacional

es

directamente
proporcional a la satisfacción de los estudiantes, ya que de acuerdo a la literatura se asocia de forma
más cercana con los alumnos por lo que los estudiantes que perciban que el docente ejerce en mayor
grado, este tipo de liderazgo mostrará más satisfacción que los que practiquen el transaccional.
En la literatura encontramos voces a favor de la práctica evaluativa para conocer la percepción del
usuario y voces en contra, varias instituciones educativas han mencionado su discrepancia con los
objetivos que se persiguen y su utilidad, sin embargo, hay también quien asegura que el impacto
es positivo en el nivel de educación superior y de hecho como menciona Suárez, (2013).
Considerando
entonces

como

las

empresas

u

organizaciones

buscan

alcanzar

la

mejora

de

sus
procesos hay evidencia de que se tienen estándares y guías para las buenas prácticas educativas,
por ejemplo en Europa la aplicación de encuestas a estudiantes ha sido identificada como prioridad
para la integración y operación del llamado proceso de Bologna, por su parte en Estados Unidos
se emiten los criterios Malcolm Baldrige National Quality (MBNQA) para la excelencia basado en
ISO
9001,

mismo

que

otorga

un

premio

al

reconocimiento

de

la

excelencia

de

prácticas
organizacionales, evalúa siete criterios entre los que destaca enfoque al cliente y en él examina
cómo la organización determina los requisitos y expectativas de los clientes y mercados, cómo
construye relaciones con los clientes y cómo adquiere, satisface y retiene a sus clientes.
Desde esta óptica la intención principal es reclutar estudiantes con el fin de retenerlos a partir de
posgrados, masters, seminarios que prolonguen la estancia de estudio en la universidad, creando
vínculos
de

asociación

con

exalumnos

para

captar

fondos.

De

esta

manera

los

estudiantes

s e
convierten en clientes (Suárez, 2013. P. 178).
Según la OCDE en México no existe una cultura sólida de aseguramiento de calidad es voluntario,
es complejo y fragmentado, además de costoso, sin transparencia y coherencia. Los criterios de
calidad de las instituciones no se aplican en los mecanismos de aseguramiento de calidad, de los
programas.